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En todo caso el relato está abajo.
Relato, fotografías e ilustraciones: Lady Marie Steam.
Hay
varios momentos en la vida en los que no sabes ni donde meterte, ni
que hacer, ni que decir, ni como actuar. Te sientes como en una jaula
de barrotes ardientes y lo único que intentas es gritar y gritar...
pero esos gritos se quedan sordos; abres la boca y de lo más
profundo de ti no sale nada.
No
quieres pedir ayuda, no quieres recibir ayuda, no quieres nada. Tus
ojos arden pero no quieres permitirles refrescarse con lagrimas
saladas, sientes que ni mereces eso.
Los
golpes, uno tras otro, te azotan con látigos de ocho colas y en cada
extremo tienen pequeños diamantes en punta que rasgan tu piel hasta
dejarte desangrado. Te observas en el espejo y solo ves sufrimiento
consumiendo tus entrañas.
¿Hay
algo más después de esto? No puedes ni quieres pensarlo porque solo
de pensar en un futuro no muy lejano sintiendo este dolor es una
amargura aun mayor.
Y
cuando intentas salir de esa jaula de barrotes ardientes, sientes que
tras haberte quemado para abrir la puerta colocan ante ti una
alfombra de clavos. ¿Más sufrimiento?
Retrocedes
a tu jaula puesto que no quieres andar por esa alfombra, sabes que
duele, que te va a doler como nunca y no tienes suficiente valor como
para hacerlo.
Pasan
días, semanas, quizás meses y sigues en la jaula; en algún momento
tendrás que salir de ella ¿no crees?. Pues cuando sales de la jaula
y sientes los clavos en tus pies, gritas y esta vez puede oírte todo
el mundo y quizás ese sea el momento en el que alguien pueda
ayudarte... o no. Cuando vas a mitad de ese absurdo camino de clavos
piensas en todo el dolor que has sufrido antes de estar en esa
asquerosa alfombra de clavos y no haces otra cosa mas que caer y
clavarte los clavos en todas las partes de tu cuerpo, y sobre todo en
el corazón. El corazón te sangra por todas sus partes y no sabes
como parar la hemorragia que te hace ahora más débil.
Y
te quedas allí tirado durante un tiempo indefinido, oculto para ti.
Sigues
intentando gritar y ahora lloras con las pocas fuerzas que te quedan,
y no son curativas, para nada, queman como mil infiernos.
Todo
tu cuerpo arde, como si estuvieras en un infierno próximo, quizás
tu infierno interior.
Gritas
y gritas, escuchas el eco de tus gritos y eso provoca punzadas
lastimosas. No vas a pedir más ayuda.
Observas
tus manos y toda la sangre que las cubren muestran un mensaje tan
oculto como esperanzador pero no sabes leerlo, no aun, es muy pronto
para eso.
Recoges
todas las fuerzas que te quedan y consigues levantarte.
Primer
paso conseguido.
Observas
el infinito horizonte y ves que los clavos van desapareciendo poco a
poco y la alegría entra en un pequeñísimo trozo de tu alma
sangrante.
Andas
hacia ese horizonte lleno de varios galimatías y cuando creías que
podrías alcanzar la luna, poseerla y reconfortarte de ella y su
frescor, esta torna a sol y quema tu cara y manos.
Vuelves
a gritar y a caer, y sientes que este es tu gran momento. El momento
que nadie quiere ver venir; la dulce dama de la muerte.
Ella
te mira con ojos frescos y dulzones, y quieres sentirla en ti. Ella
sonríe y todos tus miedos y preocupaciones terminan con ese gesto.
Ella te tiende su mano y sabes que no puedes decir que no. Sientes un
magnetismo muy atrayente.
Por
fin, tras todo este tiempo en tu infierno interior ves la salida del
Averno y no puedes ser más feliz.
Pero
algo sucede, siempre sucede algo que hace que esa sonrisa se borre de
tu demacrada cara, la bella dama aparta la mano cuando tu se la
extiendes a ella y su sonrisa torna a sorpresa.
Ella
te susurra algo al oído y te deja tendido en el suelo, con la puerta
entreabierta hacia tu libertad.
Ves
la luz y oyes el sonido de los pájaros tras esa puerta enorme y
sabes que ahí es donde tienes que ir.
Debes
levantarte o ella regresará por ti. Te lo repites para ti mismo una
y otra vez.
“Tienes
que levantarte o ella volverá”
“Tienes
que levantarte o ella volverá”
“Tienes
que levantarte o ella volverá”
“Tienes
que levantarte o ella volverá”
“Tienes
que levantarte o ella volverá”
“Tienes
que levantarte o ella volverá”
“Tienes
que levantarte o ella volverá”
Te
levantas como puedes y coges el pomo de la puerta, ya sientes todas
las buenas sensaciones que existen en este mundo y no puedes evitar
echar un vistazo atrás.
Ves
todo lo que has recorrido y no puedes sino sonreír a ese oscuro
pasado. Ves las marcas de movimiento dejadas por tu sangre, ves los
clavos y ves la sangre que has dejado en ellos y al final del camino
ves aquella jaula, la jaula que tu mismo creaste, en la que te
encerraste y de la que tanto te costo salir.
Recuerdas
que tu mismo la forjaste, que tu mismo cerraste con llave esa jaula y
que tu mismo pusiste las llamas que la completaban.
Sonríes
y no piensas en volver.
Terminas
de abrir la puerta y de nuevo sales al mundo real, sabiendo que al
menos este camino ya lo conoces y que no volverás a caer en el
jamás.
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